
El madridismo está hundido tras decir adiós a la Liga de Campeones de manera merecida en la eliminatoria ante el Arsenal. Su afición se viste de luto no por la derrota, sino por el paupérrimo fútbol que practica y que supone el segundo fracaso de 2025 tras perder la final de la Supercopa de España ante el Barcelona.
En ambos casos ha transmitido las mismas sensaciones de impotencia futbolística que condenan a Ancelotti, máximo responsable de que su equipo no juegue a nada con un método que ha dejado de funcionar.
Sin fútbol no hay épica
El Bernabéu cumplió en otra noche de Champions en la que se esperaba otro milagro. Pero el equipo, no. La épica también se necesita un método más allá de las pautas seguidas en anteriores remontadas, y el Madrid no lo tiene. Sale al campo para jugar, pero sin saber a qué. Sus estrellas se pierden en el firmamento, no lucen.
A medida que han ido pasando los partidos han alimentado una atmósfera de confusión y conformismo. Sus jugadores han esperado que el halagado compañero solucionase los problemas con una acción individual. Unos por otros, la casa sin barrer.
El Madrid ganaba la Supercopa de Europa al Atalanta el 15 de agosto del año pasado y la Copa Intercontinental al Pachuca el 18 de diciembre como premio a llevarse la Champions 23-24.
Dos finales directas sin pasar por semifinales ante rivales que rindieron pleitesía a la magnitud del campeón de Europa, al que apenas opusieron resistencia. Dos victorias plácidas por 2-0 y 3-0, respectivamente, sin demasiada exigencia. Les bastó las individualidades, y que por entonces todavía creían en lo que hacían.
Cero de dos en 2025
Los títulos de la temporada 24-25 empezaban en enero con la Supercopa de España, luego la Copa, la Liga, la Champions cerrando con el nuevo Mundial de Clubes.
El madridismo soñaba con el septete, hasta entender que la misión sería imposible con un equipo sin fútbol y con una plantilla descompensada. El Barça le avisó en la Liga con aquel 0-4 que desnudó las carencias de equipo que Ancelotti no conseguía ensamblar. Se tildó de accidente aquella ‘pintada de cara’, pero el tiempo ha demostrado que no hay más cera de la que arde.
El segundo Clásico confirmó las malas vibraciones que desprendía el equipo de Ancelotti. El Barça volvió a apabullar al Madrid en Yeda, en la final de la Supercopa de España, endosándole un 2-5 que confirmaba lo sucedido en el Bernabéu dos meses y medio antes.
El septete se diluía pero se soñaba con el repóquer hasta que llegó el Arsenal, un rival que como el Barcelona presume de ser un equipo. Los de Arteta no han necesitado su mejor versión para tumbar al campeón (3-0 y 1-2), le ha bastado jugar como un equipo y no dejarse impresionar por la mística. Ha desnudado las miserias de un Madrid que lleva cero de dos títulos en 2025.