
Es uno de los rostros visibles contra la violación de derechos en Venezuela y ha compartido pruebas con la Corte Penal Internacional
La lucha por la democracia y los derechos humanos en América Latina es una batalla constante, librada en un terreno hostil. En medio del ascenso de regímenes autoritarios que persiguen la disidencia y vulneran las libertades fundamentales, como el caso de Venezuela, organizaciones como el Casla Institute han emergido ventanas de denuncias, informa el diario El Nacional.
Su labor, a lo largo de más de una década, ha sido crucial para documentar los abusos y brindar apoyo a las víctimas en una región donde la impunidad a menudo prevalece.
Tamara Suju, abogada venezolana, se ha enfrentado a esos retos como la directora del Observatorio de Derechos Humanos del Instituto Casla. Se ha convertido en uno de los rostros visibles contra la violación de derechos en Venezuela y desde su labor ha compartido pruebas para la investigación que realiza la Corte Penal Internacional sobre posibles crímenes de lesa humanidad cometidos por el gobierno de Nicolás Maduro.

El Instituto Casla llega a su undécimo aniversario. ¿Cuáles cree que son los impactos más positivos que ha tenido la organización?
El Instituto Casla tiene su sede en República Checa. Tenemos un Observatorio de Derechos Humanos, que es el que yo dirijo, especializado en América Latina. Pero, además de eso, tenemos otras coordinaciones.
Atendemos los problemas de democracia en el mundo, los contextos históricos y regionales que se están viviendo, los procesos de transición, y observaciones electorales. En ese sentido, somos un representante para Europa de lo que ocurre en Latinoamérica. Trabajamos en conjunto con las autoridades europeas (Parlamento Europeo) y la Organización de Estados Americanos (OEA) haciendo alertas tempranas de violaciones masivas de derechos humanos y crímenes en la región. Los directores de Casla también se dedican a los problemas en la Europa del Este.
Operan en países usualmente gobernador por gobiernos autoritarios. ¿Cuáles son los principales retos que han conseguido al trabajar en esos contextos?
Las víctimas nos buscan. Antes de estar en el Instituto Casla, tengo una trayectoria en Venezuela como abogada, defensora de derechos humanos y de dedicación a trabajar con víctimas y denunciar lo que ocurría.
Luego de verme obligada a salir de Venezuela, en lugar de cerrarse, esas redes de contacto se han ampliado. Trabajamos con personas en el terreno, en los países en los que tenemos presencia y donde denunciamos con los contactos que hemos hecho durante todos estos años. La denuncia no cesa.
Después de las elecciones presidenciales del 28 de julio en Venezuela, donde las actas impresas por las máquinas electorales del Consejo Nacional Electoral (CNE) revelaron la victoria de Edmundo González sobre Nicolás Maduro, parece que los mecanismos de represión en el país empeoraron a situaciones incluso más graves de las que ya conocemos. ¿Qué opinión tiene sobre eso?
Yo le decía a una persona con la que estaba hablando estos días que lo bueno de todo lo malo que nos está pasando es que el venezolano, antes y después de las elecciones del 28 de julio, se pasó el chip: Ya no quiere al régimen de ninguna manera. No lo quiere. Los venezolanos lo único que desean es que el régimen salga. ¿Qué sucede? Que ellos (la dictadura de Maduro) se mantienen por la fuerza. Es el único régimen en América Latina que tiene una investigación abierta por crímenes de lesa humanidad en el máximo tribunal penal internacional (en la CPI) y se aferra al poder asesinando, deteniendo, torturando y maltratando. Pero dentro de esas estructuras también hay gente que de alguna manera está rechazando lo que está ocurriendo. Cuando tú tienes un régimen que necesita meter presos a sus militares, a sus funcionarios de organismos de seguridad, que no confían más que en un círculo muy pequeño de personas que están dispuestas a actuar por ellos, es porque tú tienes un régimen que está acabándose. En algún momento esa cuerda revienta.

¿Cree, entonces, que hay descontento entre las filas internas del régimen de Maduro? Me refiero a personas que podrían no estar dispuestas a mantener la represión.
El mensaje que yo les mando a todas esas personas de estos organismos de seguridad es que ellos (los cabecillas en la dictadura de Maduro) tienen el avión para irse, pero que en ese avión no caben todos. Ellos se van a ir y ustedes se van a quedar pagando los platos rotos de esos criminales. Así que yo les pregunto: ¿hasta dónde están dispuestos a tensar esa cuerda y, además, en contra de los venezolanos, de sus propias familias, de sus amigos, de sus vecinos? No en vano tienen a centenares de presos políticos, incluyendo militares y funcionarios de los organismos de seguridad que al día de hoy, si bien no sabemos cuántos son, sí sabemos que los tienen detenidos. Son cadetes, oficiales de general para abajo, funcionarios de seguridad, presos precisamente porque es que no confían ni en su sombra.
Parecen también maneras que usan los represores para infundir miedo y controlar: Colabora, quédate en silencio y no te haremos nada. ¿Cree que esto pudiera afectar psicológicamente a la sociedad venezolana y su forma de ser?
Por eso el régimen lo aplica. Se conoce como el terrorismo de Estado. Mantiene a la población en zozobra y, en consecuencia, separada. Y esa separación, que también suele ser ideológica, es lo que hace que algunos chavistas sientan odio hacia los opositores y decidan exponerlos. Es la base de esa estructura de sapos. También toman las calles con funcionarios armados y encapuchados, que ni siquiera sabes si te van a detener o hacer algún daño. Eso es parte del terror. Lo bueno es que el venezolano es como el cuero seco: cuando lo pisa por un lado se levanta por el otro. Un ejemplo de ello fue el 28 de julio.