
La República Islámica de Irán es uno de los regímenes más crueles que existen en el mundo. No hace falta recordar las atrocidades cometidas contra las mujeres, contra los disidentes, contra los baháis, o contra los homosexuales.
Tampoco es necesario recordar la red criminal y terrorista que Irán ha desplegado en el exterior y que ha sido responsable de atentados en lugares como Argentina o Bulgaria.
Buena muestra de esta situación son los iraníes que viven en el exterior, conformando una diáspora de millones de personas sin esperanza de volver a un Irán que desde 1979 se ha convertido en un régimen teocrático, despiadado y cruel.
Asumiendo todos estos postulados como ciertos, el ataque que ha sufrido Irán este fin de semana es innecesario, inapropiado y, sobre todo, ilegal.
Estados Unidos atacó instalaciones nucleares de Irán a las 3:00 de la madrugada del domingo (hora española), en una acción innecesaria, ya que el régimen iraní ya había sufrido un duro golpe la semana pasada con los ataques lanzados desde Israel.
Buena parte de las instalaciones nucleares iraníes ya habían sido destruidas, y las que han sido atacadas este fin de semana, sobre todo la de Fordow, son difícilmente destruibles por estar enterradas a gran profundidad.
Además, la mayor parte de los científicos involucrados en el programa nuclear ya habían sido eliminados, lo que tampoco garantiza el fin del programa, ya que Israel lleva asesinando científicos iraníes desde principios de siglo y no han conseguido frenar las ambiciones nucleares de Irán.
“Los hutíes ya han anunciado que van a atacar los barcos norteamericanos que circulen por lo que ellos llaman sus dominios”
De hecho, estas ambiciones tampoco nacieron con el régimen de los ayatolás, sino que fue el propio Shah quien inició un programa nuclear en los años 70.
En segundo lugar, hay que decir que el ataque de Estados Unidos es inapropiado ya que la Agencia Internacional de la Energía Atómica ha afirmado que no se han detectado fugas radioactivas en las zonas bombardeadas, lo que nos hace pensar que o bien las bombas no han alcanzado su objetivo o que, de haberlo alcanzado, los enclaves atacados no albergaban las instalaciones que se pensaban.
Esta idea, la de que Irán no está tan cerca, como apuntan Netanyahu o Trump, de alcanzar la bomba nuclear, se asienta en un informe publicado por la inteligencia americana en el que se afirmaba que Irán no estaba en condiciones de unirse al club nuclear.
Esta situación recuerda a la comparecencia de Collin Powell ante el Consejo de Seguridad tratando de convencernos de la existencia de un programa de armas químicas en Irak que era mentira.
Lamentablemente, lo único que va a provocar este ataque va a ser una escalada regional de destrucción y dolor. No hay ninguna duda de que Irán va a responder, probablemente a través de sus proxies.
El líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei.
Reuters
Los hutíes ya han anunciado que van a atacar los barcos norteamericanos que circulen por “sus dominios”, lo que probablemente va a generar un alza generalizada de los precios del petróleo en el mundo. Algo que perjudicará a China, que es receptor del 40% del petróleo que circula por el estrecho de Ormuz.
Probablemente, Irán atacará también alguna base americana en Oriente Medio, lo que será usado por Trump como casus belli para futuros ataques contra el país persa.
Además, tanto Netanyahu como Trump han afirmado que el objetivo último de los ataques que están lanzando contra Irán no es tanto la destrucción del programa nuclear como el cambio de régimen.
Desde el comienzo de los tiempos, cualquier ataque desde el exterior ha significado un refuerzo del régimen atacado. Al igual que está ocurriendo en Palestina con Hamás, la política de destrucción masiva sólo sirve para producir más radicales.
Quien mejor ha descrito este fenómeno ha sido el general Stanley A. McChrystal, quien afirmaba que si tenías diez yihadistas y matabas dos, el resultado era de veinte yihadistas, ya que los hijos y los sobrinos se unían a la causa.
Por último, el ataque sobre Irán no sólo es ilegal, sino también un crimen de agresión. Aunque ya nadie se acuerde, el Consejo de Seguridad es el órgano responsable de la paz y la estabilidad internacional y, por tanto, cualquier acto que conlleve violencia debe contar con el respaldo de este órgano.
Desde que, el 18 de septiembre de 2001, el Congreso de los Estados Unidos autorizó al presidente de los Estados Unidos a usar la fuerza contra “las naciones, organizaciones y personas” que él determine como amenaza, el mundo es más inseguro y cruel.
El mundo es una jungla donde los más fuertes imponen su voluntad mientras el resto asiste impotente a la victoria de la guerra sobre la justicia. Las normas son papel mojado y lo único que te libra del zarpazo de los poderosos es la capacidad de respuesta.
Como muestra, recordemos al famoso eje del mal anunciado por Bush el 29 de enero de 2002, del que formaban parte Irak, Irán, Corea del Norte, y al que posteriormente se unieron Siria y Libia.
De todos ellos, el único que no ha sido atacado por Estados Unidos es Corea del Norte, lo que demuestra una cosa. En la jungla en la que vivimos, sólo las armas nucleares te hacen estar a salvo.
Por lo tanto, el ataque contra las instalaciones nucleares de Irán no sólo no va a frenar su programa, sino que va a provocar que los iraníes pongan más esfuerzo en su consecución.
*** Alberto Priego es profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia de Comillas.